El altramuz blanco (Lupinus albus) ha demostrado ser una de las mejores opciones cuando se busca una cubierta vegetal o abono verde que mejore la estructura del suelo, controle la erosión y aporte nutrientes de forma natural. Esta leguminosa anual es capaz de fijar nitrógeno atmosférico mediante la simbiosis con bacterias del suelo, lo que lo convierte en un aliado en rotaciones agrícolas o huertos donde se pretende recuperar o mantener la fertilidad sin un alto aporte químico.
Su sistema radicular es profundo y extendido, favoreciendo la infiltración del agua y la mejora de suelos empobrecidos o ligeros. Según estudios en regiones mediterráneas, el altramuz mejora la capacidad del suelo para filtrar agua y reduce la lixiviación de nutrientes cuando se emplea como cobertura durante el otoño e invierno.
En cuanto a sus requerimientos agronómicos, el altramuz blanco prefiere suelos bien drenados, con pH moderadamente ácido o neutro, y evita los suelos muy calcáreos o encharcados.
Puede sembrarse directamente en el campo sin trasplante, lo que facilita su inclusión como abono verde incluso para quienes gestionan huertos o pequeñas parcelas.
La utilidad de esta cubierta vegetal reside no solo en aportar materia orgánica al final de su ciclo —cuando puede enterrarse o incorporarse al suelo—, sino también en favorecer la biodiversidad del suelo y del ecosistema que lo rodea: mejorar la vida microbiana, atraer insectos beneficiosos y reducir la presión de malas hierbas.
En definitiva, incorporar altramuz blanco en tu plan de rotación o como parte de tu jardín ecológico no significa solo plantar otra leguminosa; implica apostar por un método agronómico probado que combina facilidad de cultivo, bajo mantenimiento, mejora del suelo y sostenibilidad.


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