La utilización de la dolomita en agricultura ecológica ha cobrado una relevancia creciente gracias a su doble acción como aporte nutricional y mejora estructural del suelo. Este mineral natural compuesto por carbonato de calcio (CaCO₃) y carbonato de magnesio (MgCO₃) se presenta como una enmienda ideal para suelos ácidos, favoreciendo el desarrollo saludable de los cultivos gracias a un entorno edáfico óptimo. En primer lugar, la dolomita actúa como regulador del pH: en terrenos con acidez elevada, limita la disponibilidad de nutrientes esenciales y dificulta la actividad microbiana. Al aplicar esta enmienda, se neutraliza gradualmente la acidez y se configura un medio más favorable para la absorción de nutrientes por las raíces. Al mismo tiempo, gracias al calcio y magnesio que aporta, mejora la síntesis de clorofila, potencia el vigor vegetal y favorece procesos fisiológicos clave como la fotosíntesis. En cuanto a su efecto estructural, la dolomita mejora la formación de agregados del suelo, lo que incrementa la porosidad, la retención de agua y la aireación, aspectos imprescindibles para un sistema radicular sano. Estas mejoras estructurales resultan en un suelo más vivo, con mayor actividad biológica, lo que repercute directamente en el rendimiento del cultivo. La aplicación de la dolomita debe realizarse de forma técnica y ajustada: lo ideal es hacerlo antes de la siembra o plantación, lo que permite que la enmienda tenga tiempo de interactuar con el suelo. Existen distintos métodos: incorporación al suelo, aplicación en superficie, mezcla con otros insumos orgánicos, o incluso uso en sustratos. Este paso previo es clave para optimizar el desarrollo de los cultivos, ya que desde el arranque el sistema edáfico habrá sido preparado con los nutrientes y estructura adecuados. La versatilidad de la dolomita permite su uso en una gran variedad de cultivos hortalizas, frutales, cereales y los beneficios se manifiestan de diferentes formas: mayor absorción de calcio y magnesio, raíces más vigorosas, mejor calidad de los frutos (tamaño, sabor, color) y una mayor resistencia frente a plagas y enfermedades. Además, como fertilizante de liberación lenta, garantiza un aporte continuo de nutrientes, lo que evita picos de disponibilidad o posibles desajustes que podrían afectar la microbiota del suelo. Sin embargo, es imprescindible aplicar la dolomita con criterio: la dosis adecuada dependerá de la caracterización del suelo y el tipo de cultivo, y aplicar una cantidad excesiva puede llevar a un desequilibrio del pH o afectar la disponibilidad de otros nutrientes. La compatibilidad con otros insumos también debe valorarse, especialmente en sistemas ecológicos donde se busca preservar la vida del suelo. En este sentido, escoger una fuente de dolomita de calidad con alta pureza, adecuada concentración de calcio y magnesio, molienda fina y sin contaminantes es parte del éxito del tratamiento. En resumen, la dolomita se posiciona como una solución natural, eficaz y técnica para agricultores ecológicos que buscan optimizar la salud del suelo y el rendimiento de los cultivos. Al combinar el acondicionamiento físico del suelo con un aporte nutricional clave, esta enmienda permite afrontar retos de acidez, falta de magnesio o calcio y mejora general del sistema productivo, sin recurrir a fuentes sintéticas. Sea cual sea tu cultivo, incorporar dolomita con criterio técnico y planificación puede marcar la diferencia en la productividad, calidad y sostenibilidad de tu explotación ecológica.
200 g/m2











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